Todos nos escontramos expuestos a eventos extremos que nos pueden afectar de distintas maneras. Por ejemplo, después de un accidente existen secuelas físicas. No obstante, también hay secuelas psicológicas que generan un profundo agotamiento emocional.
Al encontrarnos en una situación entre la vida y la muerte, se dice que toda tu vida pasa delante de tus ojos, pero ¿qué pasa después a nivel neurológico?
La guerra en particular es un entorno que genera secuelas psicológicas que a lo largo de la historia han recibido gran variedad de nombres. Aquiles, el héroe de la Ilíada, se le consideró como el “primer” individuo traumatizado de la historia. En la Guerra civil estadounidense se nombró como “corazón de soldado” a un trastorno de ansiedad denominado después como astenia neurocirculatoria (cuyos síntomas son palpitaciones, mareo, respiración difícil, entre otros), el cual suele aparecer en personas sometidas a mucho estrés. Coincidiendo con la época del psicoanálisis, la primera persona que describió las secuelas psicológicas de la primera guerra mundial fuel el neurólogo alemán Hermann Oppenheim, quien las nombró como “neurosis traumática” o “neurosis de guerra”.
Pero ¿cómo se le define en la actualidad el trastorno por estrés postraumático?
Hoy en día, el trastorno por estrés postraumático es considerado como una enfermedad de salud mental provocado por una reacción emocional intensa ante un acontecimiento altamente impactante en el que está en juego nuestra vida o la vida de otras personas. Entre estos se encuentran una agresión, un accidente automovilístico, desastres naturales, guerra, etc.; donde se experimenta temor, horror o desesperanza. Además, la vivencia vuelve a experimentarse en forma de sueños o pensamientos repetidamente en contra de la propia voluntad.
El origen del trastorno está relacionado con el hecho de que cuando una persona experimenta un evento traumático se producen reacciones fisiológicas inmediatas de defensa que le permitirán proteger su vida. Cuando el evento tiene dimensiones catastróficas y rebasa la capacidad de respuesta del individuo se producirán cambios a nivel neuronal que pueden originar un aprendizaje emocional, el cual tiene como finalidad protegerlo frente a nuevas situaciones similares.
Para algunos individuos, estas reacciones pueden ser temporales, en cambio para otros, estas pueden prolongarse por mucho tiempo, por lo que, el cuerpo sigue secretando hormonas del estrés, disminuyendo la capacidad de concentración, memoria y toma de decisiones.
Los sistemas neurobiológicos que son afectados cuando el organismo se enfrenta a situaciones amenazadoras, incluyen la desregulación del sistema nervioso simpático y el descontrol en la liberación de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisor secretado en respuesta al estrés). Además, se ha reportado, que en el estrés agudo se produce un aumento de glucocorticoides (hormonas que intervienen en varios mecanismos del sistema inmune y metabólicos), los cuales, proporcionan energía extra en estas situaciones.
¿Existe un tratamiento?
Sí, el tratamiento principal es la psicoterapia, en donde se incluyen diversos métodos para sobrellevar la situación, como la terapia cognitiva (conversación) y la terapia de exposición, en donde la persona debe enfrentarse a la situación traumática en un entorno seguro y controlado. Además, la psicoterapia puede ser combinada con tratamiento farmacológico, como el uso de antidepresivos y ansiolíticos (medicamentos que ayudan a controlar la ansiedad).
Dado que las experiencias traumáticas pueden ocasionar una interrupción súbita a la vida de una persona, es fundamental la rápida intervención y de esta manera iniciar un tratamiento oportuno para evitar que aumente la gravedad del trastorno.
Referencias Bibliográficas:
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4. Reyes, J. A., (2008). Neurobiología del trastorno de estrés postraumático. Revista de la Facultad de Ciencias. 53-60.
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