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¿Olemos con la nariz?

De un tiempo a la fecha, el sentido del olfato ha incrementado su popularidad en nuestras vidas debido a la pandemia causada por el SARS-CoV-2 (como lo describimos en otro artículo). Hubo reportes de personas que presentaron diferentes alteraciones en la función del olfato, y múltiples casos de personas que tardaron meses en recuperar por completo su capacidad olfatoria. De hecho, yo soy parte de la estadística de pacientes que aún no recupera en su totalidad la función olfatoria.

Quizás muchas personas, al experimentar la pérdida de este sentido, se preguntaron: ¿Cómo somos capaces de oler?


Mientras escribía este pequeño texto le hice la pregunta anterior a mi familia y, para comprobación de mis sospechas; todos dijeron que “olemos con la nariz”. Si bien la afirmación anterior tiene algo de razón, no es exactamente, así como sucede.

La nariz y, en especial, las fosas nasales sirven como vía de entrada para las moléculas odoríferas, las cuales son compuestos químicos con tamaño y peso específicos. Estas moléculas provocarán un estímulo olfativo que nos llevará a experimentar los grandes placeres y los desencantos que el sentido del olfato nos tiene preparado para el día a día.


El aire, junto con las moléculas odoríferas, entra por las fosas nasales hacia el epitelio olfatorio, el cual es un tipo de tejido especializado. Esta zona es importante porque allí podemos encontrar más de 100 millones de células receptoras olfativas y lo más impactante es que el epitelio olfatorio mide aproximadamente ¡2 cm2!


Las células receptoras olfativas, tienen a los receptores odoríferos que son proteínas que se encargan de la transducción de señales, es decir, convierten un estímulo químico (de las moléculas odoríferas) en uno eléctrico.

Las células receptoras olfativas pertenecen a una población celular muy famosa. Cuando leas qué tipo de célula son, quizás sepas la respuesta de la pregunta central de este texto. Las células receptoras olfativas son neuronas y cuentan con axones, es decir prolongaciones, para llevar información hacia estructuras anatómicamente superiores. Las células receptoras olfativas salen del epitelio olfatorio y llegan a una estructura llamada bulbo olfatorio (Figura 1). Posteriormente las prolongaciones de las células receptoras olfativas se agrupan para formar los glomérulos olfatorios.


Figura 1. Esquema de la vía del sistema olfatorio. Originalmente de Dando et al, 2014 y adaptada por Ferreira et al, 2019.


En los glomérulos olfatorios se produce una sinapsis (una aproximación entre neuronas) con otras células llamadas células mitrales y de penacho, los axones de estas células se unirán para conformar el tracto olfatorio. Este tracto se encargará de alcanzar el cerebro, que además es parte de la respuesta a la pregunta que le da sentido a este texto. En el cerebro tenemos áreas en la corteza cerebral (puedes leer sobre las regiones del cerebro también en este artículo) encargadas de que la información que ha viajado desde nuestra nariz se integre y de que seamos capaces de experimentar el olor.

Tenemos estructuras que se encargan de la memoria, reconocimiento, intensidad, identificación y discriminación de olores, estas estructuras están distribuidas en las cortezas olfatorias primaria y secundaria.


Entonces, después de este texto, ya podemos contestar la pregunta que nos planteamos y la respuesta es: olemos con el cerebro. Comprender estos mecanismos no es tan sencillo, incluso para los neurocientíficos es complicado entender estas interacciones neuronales. Actualmente estos procesos fisiológicos son objeto de estudio pues como mencionamos al inicio del texto, la infección por el SARS-CoV-2 ha demostrado que se puede alterar de diferentes maneras nuestro querido y necesario sentido del olfato, lo cual ha dado pie a que surjan nuevas preguntas por resolver.


Referencias

1) DeMaria, S., & Ngai, J. (2010). The cell biology of smell. The Journal of cell biology, 191(3), 443–452. https://doi.org/10.1083/jcb.201008163

2) Morrison, J. Human nose can detect 1 trillion odours. Nature (2014). https://doi.org/10.1038/nature.2014.14904

3) Fuentes, Aler, Fresno, María Javiera, Santander, Hugo, Valenzuela, Saúl, Gutiérrez, Mario Felipe, & Miralles, Rodolfo. (2011). Sensopercepción olfatoria: una revisión. Revista médica de Chile, 139(3), 362-367. https://dx.doi.org/10.4067/S0034-98872011000300013

4) Susaman N., Altundağ A., Rombaux P. (2020) Olfactory Function. In: Cingi C., Bayar Muluk N. (eds) All Around the Nose. Springer, Cham. https://doi.org/10.1007/978-3-030-21217-9_8

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