Muchas veces se nos ha mencionado que somos lo que comemos, sin embargo, ¿acaso no somos también lo que nuestros padres comieron?
En el mundo actual, el acceso desigual a la alimentación ha ocasionado que tanto la desnutrición y la obesidad coexistan y se superpongan en un mismo país, comunidad u hogar.
La malnutrición abarca ambos padecimientos. Uno puede estar malnutrido ya sea por ausencia de alimento o por exceso, lo que conlleva a desequilibrio en la ingesta de calorías y de nutrientes que debe tener una dieta adecuada.
Cabe mencionar que la población que se encuentra expuesta a situaciones de pobreza tienen mayor riesgo de obesidad, debido al fácil acceso de alimentos ricos en azúcares y grasas pero pobres en nutrientes.
Las enfermedades crónicas no transmisibles se asocian con la malnutrición, estas abarcan la diabetes tipo 2, algunos tipos de cáncer y enfermedades cardiovasculares, los cuales son padecimientos no contagiosos, incurables y de desarrollo lento, sin embargo, son tratables.
Uno de los posibles mecanismos que explican la alta prevalencia de obesidad en el mundo describe que todo comienza durante el embarazo, ya que las mujeres malnutridas tienen una cantidad limitada de nutrientes para poder proporcionar a los fetos.
Se cree que el estado de salud que un individuo tendrá a lo largo de su vida se construye durante períodos críticos del desarrollo embrionario. Por lo que se ha propuesto que la presencia de malnutrición durante el embarazo ocasionada por una nutrición materna inadecuada causa adaptaciones metabólicas en el feto con el objetivo de sobrevivir a condiciones adversas después del nacimiento. Dichas adaptaciones generan cambios permanentes en la estructura y función del organismo en desarrollo, lo que conducirá a un posible desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles en la vida adulta. A esto se le denomina como “programación fetal”.
Esto puede explicarse a través de la epigenética (aquí un poco más sobre el tema), gracias a ella podemos comprender que los genes se encuentran sujetos cambios en períodos críticos del desarrollo debido a interacciones con el medio ambiente y, además, pueden ser transmitidos a la descendencia.
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Tampoco hay que dejar de lado el papel que cumple el estilo de vida paterno. Este puede también influir en la salud de la descendencia a largo plazo. Los espermatozoides contienen diversas moléculas que cumplen el papel de “vectores epigenéticos” (moléculas capaces de transmitir información mediada por el medio ambiente), los cuales son transferidos al ovocito (célula germinal femenina) durante la fecundación. Como estas moléculas son esenciales para el desarrollo embrionario temprano, pueden ser capaces de alterar el perfil metabólico de la descendencia.
Tanto la obesidad como otros factores ambientales paternos, como el consumo de alcohol y tabaco, se han asociado con mayor daño de los espermatozoides, lo que da como resultado una reducción de la integridad de la información genética.
Ahora que hemos visto todo lo anterior, podemos decir que la condición nutricional de nuestros padres, así como su estilo de vida, tienen un fuerte impacto en nuestra salud y, además, tiene influencia en los padecimientos que podemos desarrollar a largo plazo si también mantenemos un estilo de vida inadecuado.
Estas bases han cambiado la comprensión que se tiene acerca de la prevalencia mundial de las enfermedades crónicas no transmisibles asociadas con malnutrición.
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