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Los protectores y vigilantes de nuestro cuerpo

Ya aprendimos un poco sobre los virus y las bacterias, a quienes encontramos cada día. También mencionamos que nuestro cuerpo cuenta con métodos para defenderse de todo aquello que nos puede hacer daño. Esos defensores en conjunto se le conoce como sistema inmune. El sistema inmune está formado por células y moléculas que nos protegen de enfermedades infecciosas (causadas por organismos o seres ajenos al nuestro, como virus, bacterias, hongos y parásitos). La manera en que nos protegen está perfectamente organizada y controlada. Existen dos métodos de defensa: la inmunidad innata y la adaptativa. La palabra inmunidad proviene del latín inmunitas que se refería durante el imperio romano a la protección de procesos legales.

La inmunidad innata es aquella que nos protege de inmediato, en horas. En este tipo de defensa, se encuentran las barreras como la piel y las mucosas (como la saliva), y las células especializadas: fagocitos (neutrófilos, macrófagos), células dendríticas, mastocitos, y células NK (del inglés Natural Killer o asesinas innatas). Además, en el sistema inmune innato también se pueden considerar unas proteínas de la sangre, como las proteínas del complemento. El sistema inmune innato puede responder sin diferenciar detalladamente entre el tipo de microorganismo. Sin embargo, responde hacia los invasores por dos procesos: (1) la inflamación y (2) bloqueando la replicación de los virus dentro de la célula y su propagación. Todos hemos vivido la inflamación en carne propia, por ejemplo, hemos sufrido de algún golpe, o un piquete de insecto o de una gripe. Los griegos describieron las cuatro características básicas de la inflamación: dolor (estimulación de terminaciones nerviosas de dolor), color (se pone rojo y luego morado por la dilatación de los vasos sanguíneos), calor (se calienta por la dilatación de los vasos sanguíneos) y tumor (se hincha por la dilatación de vasos y salida de líquido proveniente de los tejidos).

En cambio, la inmunidad adaptativa es aquella que se adapta a los microorganismos, por lo que tarda varios días en iniciarse. Las células que llevan a cabo está protección son los linfocitos o células blancas tipos B y T, y los anticuerpos. Durante la inmunidad adaptativa, las células o los anticuerpos (sustancias o moléculas que son producidas por los linfocitos B reconocen y reaccionan ante unas moléculas llamadas antígenos. La inmunidad adaptativa tiene como características: la especificidad, diversidad (muchas células B o T se producen en nuestro cuerpo para responder específicamente a diferentes moléculas, nuestro “repertorio” de células pueden responder a muchísimos diferentes tipos de antígenos), memoria (estar expuestos a antígenos producen que nuestras células “recuerden” a esos antígenos, y así puedan responder mejor y más rápido cuando vuelven a presentarse, esta característica hace que las vacunas sean eficaces) y tolerancia (no reaccionar ante las moléculas propias).

Muchos nombres, lo sabemos, pero debemos nombrar a nuestro famoso ejército tan capaz e increíble, ¿o no?.


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Murphy, Kenneth M., Weaver, Casey. Janeway's Immunobiology: Ninth International Student Edition.Front CoverW.W. Norton & Company

Abul K. Abbas, Andrew H. Lichtman, Shiv Pillai. Cellular and Molecular Immunology. Elsevier.

Figura 1. Células del sistema inmune innato y adaptativo. Los antígenos que son sustancias o moléculas que son reconocidos por nuestro sistema inmune y que desencadenan una respuesta en ellas, como los anticuerpos que tienen forma de Y.

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